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12 de Octubre de 2009, 10:52
Me ha encantado esta entrada de "El Almanaque de Sevilla":
Una Expo cotidiana, desde el mismo día que usaste el microchip con tu huella dactilar y el logotipo de Curro, la mascota de tus paseos diarios: pase de temporada en el bolsillo y visita a un nuevo pabellón. Había que rellenar todos los sellitos del pasaporte. Horror vacui. Verlos todos. Los temáticos, los de empresas, los autonómicos y los de un sinfín de países.
Te hiciste un experto conocedor de las horas en las que había menos público en el monorraíl; sabías que el acceso más masificado era el de Puerta Barqueta y que el más fluido era el del apeadero de Renfe; que había que entrar a primera hora para evitar las colas del pabellón de Canadá ó del de Mónaco; dónde estaba el conocido que invitaba en el kiosco de gazpachos; desde qué lugar se veía mejor el espectáculo del lago o cuáles eran las actuaciones de la plaza Sony de aquella noche. Escenario cotidiano. Olimpiadas en la pantalla de la plaza Sony, la noche de San Juan en la cabalgata de Els Comediants, cine de verano con sesiones dobles y movida bailando en el Kanguro pub hasta el cierre. Definitivamente, habías sido universal, y además lo habías sentido.
Descubriste a Sevilla en San Clemente o en Plaza de Armas, visitaste exposiciones de nivel internacional como la del pabellón del siglo XV, te enfrentaste al arte contemporáneo en el pabellón de las Artes, comparaste las custodias de Toledo con la de Sevilla y tuviste al Greco, a Goya y a Velázquez, entre otros, en el pabellón de España. Una borrachera para tus sentidos. Un disfrute. Con Plácido Domingo cantando Tosca y con el hombre más grande del mundo en el Pabellón de Pakistán, con las coplas de Azabache y con el pabellón Fujitsu, refrescándote en las fuentes y jugando a identificar las maquetas de la llamada Andalucía de los Niños. Una fiesta. Y eso que la cerveza era tres veces más cara en el recinto que en el bar de la esquina. No había color.
Seis meses de revistas reales: Carolina de Mónaco, la tristeza de Lady Diana y de Carlos de Inglaterra, el uniforme de Fidel Castro y la escasez de ropa de las brasileñas que bailaban en el pabellón de América. El mundo al alcance de la mano. Una oportunidad histórica. Se te acababa aquella noche de octubre de 1992. Comenzaban a correr aires de crisis. La Sevilla real te esperaba. Que te quiten lo bailao...
Y Francisco Correal también habla del aniversario en Diario de Sevilla:
La nostalgia de la Expo cumple hoy 17 años y es probable que esta chica de tiempo se haya ido de botellona con los de su quinta. Hay muchas cosas que no han cambiado: el Betis está en Segunda, como entonces; el Tour de Francia lo ha vuelto a ganar un español, de Indurain a Alberto Contador; y la Copa de Europa la ha ganado el Barcelona, como lo hiciera en el 92. Otras son muy distintas. Es impensable que la selección española de fútbol, que ese año no jugó la Eurocopa de Suecia y ganó el oro olímpico en Barcelona, fuera entonces a disputar un partido de fútbol a Sarajevo, como lo hará el próximo miércoles. Entonces sólo viajaban a la capital bosnia soldados, corresponsales de guerra o François Mitterrand entre excepcionales medidas de seguridad en plena guerra de los Balcanes. El pabellón de Yugoslavia estuvo fuera de uso en la Cartuja.
Era el segundo año del mandato municipal de Alejandro Rojas-Marcos como alcalde de Sevilla. Ahí también han cambiado las cosas: el partido que gobernara la ciudad en dos legislaturas, una con los votos de la izquierda (Luis Uruñuela, 1979-1983), otra con los de la derecha (Rojas-Marcos, 1991-1995), hoy está, quizás por esa fluctuación en sus compañías, sin representación en el Ayuntamiento de Sevilla y en el mismísimo Parlamento de Andalucía, con la única presencia del periodista José María Arenzana comisionado por dicho partido para representarlo en el Consejo Audiovisual de Andalucía.
Maradona jugaba en el Sevilla y Gordillo volvió ese verano del Real Madrid al Betis con cinco Ligas en el palmarés. Regresó triste por la muerte en aquel 92 de su amigo Juanito en accidente de tráfico. En plena Expo murieron el Beni de Cádiz (Benito Rodríguez Rey) y Camarón de la Isla, objeto de una beatificación laica. Como en la actualidad, gobernaba un socialista en la Moncloa. De Felipe a Zapatero. Muchos pabellones fueron demolidos o remozados. Los arquitectos se quedaron con el de Finlandia para la sede de FIDAS. El del Vaticano fue destruido dos veces: primero, en la ficción de la película Nadie conoce a nadie (con novela de Juan Bonilla y música de Alejandro Amenábar), y después en la realidad, que como nos enseñó Oscar Wilde imita al arte.
El espectáculo Azabache reunió a Imperio Argentina, Juanita Reina, Rocío Jurado, Nati Mistral y María Vidal. Las tres primeras fallecieron. La chipionera estrenó el Auditorio de la Cartuja, obra del arquitecto Eleuterio Población, y ahora este edificio lleva su nombre. Un oasis de alma en una ciudad sin alma que a diferencia de la Exposición del 29 nunca se integró en la vida de la ciudad. La Expo conmemoró los 500 años del descubrimiento de América y ahora parece que son 500 los años que pasaron de estos fastos cartujanos. La Cartuja donde vivió Colón sus últimos días antes de viajar a América. Protagonista de dos películas: Gerard Depardieu lo encarnó en la de Ridley Scott; George Corraface, en la de George Pan Cosmatos que contó con Juan Gil y Consuelo Varela entre sus guionistas y con Marlon Brando de Torquemada sin pasar por Entrecárceles.
La Cabalgata de Joan Font recorría todos los días el recinto de la Cartuja, con un cardenal borracho que fue inmortalizado en una novela por José Antonio Ramírez Lozano. Juan Eslava Galán también ambientó en la Expo su novela Statio Orbes. Las carrozas de esa Cabalgata se pueden ver ahora en Isla Mágica. A la Expo fueron más portugueses que sevillanos, aunque éstos pusieran en marcha una nostalgia de algo que nunca hicieron suyo. La Catedral de Sevilla acogió la Magna Hispalensis y el duque de Alba, como ahora la duquesa con la muestra de sus cuadros en el Museo de Bellas Artes, viajó de la aristocracia al pueblo llano para ser comisario del pabellón de Sevilla hasta que tropezó con Alejandro Rojas-Marcos.
Si en el 29 se produjo el relevo de Aníbal González por Cruz Conde como cabeza pensante de la Exposición Iberoamericana, en el 92 Felipe González relevó a su antiguo profesor Manuel Olivencia Ruiz, nombrado para acallar la animadversión que en las fuerzas vivas locales provocó la efímera nominación de Ricardo Bofill, por el ingeniero de caminos Jacinto Pellón. Este montañés siempre huyó del estrellato, una pasión por la discreción que años después hizo que su muerte pasara mediáticamente desapercibida al coincidir con el día que el Sevilla lograba la copa de la UEFA en Eindhoven. En el 92 hubo Santo Entierro Grande. Aquel 12 de octubre de fuegos artificiales y colorín colorado, mi suegra Pilar nos invitó a vivir la clausura en La Casa del Cordero que regenta su hermano Luis Romero Testillano en Los Remedios. Pabellón de las carnes de Ávila, consulado de Santa Olalla del Cala, el mismo pueblo fronterizo entre Andalucía y Extremadura en el que Rodríguez Ibarra le entregó a Manuel Chaves la llama olímpica que iba camino de Barcelona y que estrenó el medallero español con la proeza del ciclista chiclanero Moreno Periñán.
17 años sin Expo. El 20 de abril la morriña cartujana cumplirá 18 y podrá votar.
A mi sigue pareciendo que fue ayer...
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...y el Mundo vino a Sevilla a conmemorar una Era, la de los Descubrimientos
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